Finale by Becca Fitzpatrick

Finale by Becca Fitzpatrick

autor:Becca Fitzpatrick [Fitzpatrick, Becca]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-10-23T04:00:00+00:00


Capítulo

No iba a jurarle nada. Y tampoco iba a permitirle que me arrancara esas palabras. Por mucho que me hiciera sufrir, tenía que mantenerme fuerte. Pero para resistir no me bastaba con una actitud defensiva: necesitaba hacer un movimiento ofensivo, y deprisa.

«Contraataca sus trucos psicológicos con algunos de los tuyos», me ordené a mí misma. Dante había dicho que los trucos psicológicos eran mi mejor arma. Me había confesado que se me daban mejor que a cualquiera de los Nefilim que había conocido. Había engañado a Patch. Y estaba dispuesta a engañar también a Baruch. Crearía mi propia realidad y lo encerraría en ella sin darle tiempo de saber qué le había ocurrido.

Cerré los ojos para aislarme del canto insidioso con que Baruch me instaba a hacer mi juramento, y me refugié en el interior de mi cabeza. Si me sentía capaz de dar ese paso era porque ese mismo día me había tomado una dosis de hechicería diabólica. No confiaba en mi propia fortaleza, pero la hechicería diabólica me convertía en una versión mejorada de mí misma. Agudizaba mis talentos naturales, incluida mi capacidad de hacer trucos psicológicos.

Me sumergí en la oscuridad de los tortuosos pasadizos de la mente de Baruch, descargando una explosión tras otra a mi paso. Me moví lo más deprisa que pude, consciente de que si cometía un error, si le daba una sola razón para sospechar que estaba reconstruyendo sus pensamientos, si dejaba aunque solo fuera un rastro sutil de mi presencia…

Elegí lo único que sabía que lo alarmaría: los Nefilim.

«¡El ejército de la Mano Negra!», pensé a voz en grito dentro de la cabeza de Baruch. Arremetí contra sus pensamientos con una imagen de Dante irrumpiendo en el salón de casa seguido de veinte, treinta, no… ¡cuarenta Nefilim! Fui filtrando imágenes de sus miradas de cólera y sus puños cerrados en su inconsciente. Para darle a la visión mayor verosimilitud, fabriqué en su mente la ilusión de que veía a sus propios hombres desapareciendo por la puerta a manos de los Nefilim, como sus prisioneros.

A pesar de todas mis descargas, Baruch se resistía. Se había quedado de pie como una estatua, sin reaccionar como habría esperado ante la presencia masiva de los Nefilim. Temí que sospechara algo, y proseguí con mi ataque con mayor ahínco.

«No te metas con nuestros líderes, no te metas con nosotros… con ninguno de nosotros». Arrojé esas palabras de Dante en la mente de Baruch. «Nora no va a jurarte lealtad. Ni ahora ni nunca». Creé entonces una imagen de Dante cogiendo el atizador que teníamos junto a la chimenea y hundiéndolo con saña en las cicatrices del ángel caído, allí donde había tenido antes las alas. Introduje esa vívida imagen en el fondo del cerebro de Baruch.

Y entonces lo oí desplomarse sobre sus rodillas y abrí los ojos. Estaba a cuatro patas, con los hombros encorvados. Una expresión de asombro dominaba sus facciones. Tenía los ojos vidriosos, y un rastro de saliva se había alojado en las comisuras de sus labios.



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